Timeless

Timeless
Portrait du Mademoiselle Chanel de Marie Laurencin

lunes, 23 de noviembre de 2009

desde una silla firme aunque incómoda

“Yo jamás me vendería”. Sí claro, es muy sencillo juzgarte enteramente ético pero cuando las circunstancias se presentan, tu inquebrantable condición puede flaquear. Hay ciertos días en los que me es difícil creer que no todos tienen precio. El periodista responde primero a la empresa que le pone el pan en la boca, luego a los intereses del gobierno, después a sus necesidades y por último al primero, a la ciudadanía. Estoy segura que conoce sus jerarquías pero ha de ser muy difícil seguirlas al pie de la letra. Me veo. Estoy sentada en un restaurante de primer nivel (con el salario que seguramente gano llevo puesto algo vergonzosamente modesto) en una silla incómoda y con un tipo hablándome de mi futuro. Ese obeso hombre heredó un puesto que su incompetencia jamás le habría permitido, pero en fin, bendito nepotismo. Me ofrece dinero y viajes a cambio de silencio, si me niego él me silencia. Vaya, tal vez la decisión no era tan sencilla como pensé.

¿Qué hacer ahora que la vida está en peligro? (tal vez estoy yendo muy lejos, algunas veces lo que se sacrifica es un puesto o una amistad). Aquella moral ha perdido cimientos. Sé que podré decirme que no es traicionarme a mí misma puesto que estoy bajo amenaza. Y esa grandeza de espíritu es llevada a nada cuando me llegan imágenes de verdaderos hombres de resistencia. Ésos que no los detiene ni el titán más fuerte. Me da tristeza pensar que Cervantes jamás habría escrito absolutamente nada de mí y unos gigantes (en verdad siempre han sido y serán unos viles molinos, pero hace falta valor y entrega para reconocerlos). Miro ese refinado establecimiento. Yo no soy de esos olores ni de esos ambientes. Uno se puede entregar a una causa sin necesidad de venderse a ningún postor. Ese estandarte ha de ser justo y buscar el bien de la mayoría, el bien social incluso si para ello hay que taladrar con sueños el más fuerte de los muros.

lunes, 16 de noviembre de 2009

De la distorsión de las miradas

Sandra está sentada mirando su plato. Para una joven de 21 años, ésa no es una porción grande. La carne y los vegetales lucen enfadosamente bien cocidos. No tiene ganas de probar bocado. Sabe que si no lo hace no podrá abandonar la mesa. Ése es el primer paso de un tratamiento doloroso y largo. Sandra es anoréxica y dentro de algunos meses se le descubrirán indicios de bulimia. El término anorexia nervosa viene del latín, “sin apetito”. A Sandra no le interesa qué significa ni de dónde proviene. Sólo sabe que le da asco ver a la gente masticando y tragando (engullendo). La frenetiza ese ruido chillante del tenedor en el plato, esa sensación de que cada bocado la sube ciertos gramos, y luego kilos, y luego verse en un espejo resulta espeluznante.

Por las noches, se despierta con hambre y mastica un chicle. Normalmente, la gente piensa que no les da apetito. Es falso. En un principio, antes de que el estómago se les encoja, a las personas que sufren desórdenes alimenticios les da un hambre enloquecedora. Deben luchar contra sus deseos de comer con el fin de no engordar. Es cierto, llegará el día en que ese órgano encargado de procesar los alimentos sea cinco veces menor de su tamaño normal. Llegar a este punto significa ser entubado para poder recibir alimento. Es algo semejante a los niños desnutridos en África; si se les da comida, la vomitan inmediatamente.

Rehabilitar a una persona anoréxica o bulímica es mucho más que darle de comer. Es enseñar a su cuerpo a no rechazar el alimento. Es enseñar a su mente a no odiarse. Es enseñar a las familias a acompañar a sus hijos hasta que acaben el último bocado. Es acostumbrarlos a supervisar el baño cada que los enfermos entran. La vida cambia poco a poco, casi no se nota, pero el regreso a la normalidad es tortuoso.

En México, 95% de los casos de anorexia y bulimia se presentan en mujeres. No habría de sorprender. Los estándares de belleza exigen cuerpos cada vez más delgados. Mucho se habla de que las revistas y el photoshop son los culpables de la distorsión en los jóvenes. Y sí, a quién no le mortificaría no tener una figura de piernas largas, vientre plano, poco busto y absolutamente nada de caderas (ahí se van la grasa y los carbohidratos). Pero existen otros factores que provocan trastornos que son mucho más cercanos a los enfermos y, aunque no se consideran graves lo son.

Sandra nunca fue gorda. Era una niña convencional de cuerpo convencional. No obstante, su mamá siempre se burlaba de sus amigas que eran más obesas. “Ésas jamás se conseguirán esposo”, decía. Y tal vez a los ocho años esa afirmación sea intrascendente, pero con la repetición viene la verdad, y después de más de diez años esa oración comienza a cobrar sentido. Al principio, la crítica era a terceras personas, pero llegará el día en que, al probarse unos jeans su madre diga, “antes te quedaban más flojos, ya ponte a hacer ejercicio ¿no?”.

Parte del proceso de curación de estos trastornos es acudir a varias sesiones con distintos psicólogos. Unos se encargan de problemas con la familia y amigos, otros de la imagen y el autoestima y algunos otros de analizar los traumas. A diferencia de los alcohólicos y drogadictos, un anoréxico o bulímico debe recibir ayuda aunque él no haya aceptado que sufre un padecimiento. Lo grave es que los amigos y las familias pasan por alto síntomas muy evidentes simplemente por no querer reconocer una realidad terrible. “Seguramente hoy no quiso comer porque se sentía mal. Sí ha vomitado varios días pero eso no quiere decir que sea bulímica”. Y todo este teatrito culmina con un ataque al debilitado corazón. Y como si todo esto fuera poco, el paciente ya no tendrá fuerzas para luchar por sí mismo. La gente con trastornos alimenticios pierden desde un 15% hasta un 60% de su peso corporal. En términos más claros, si un individuo pesa 60 kilos, tras la enfermedad puede llegar a pesar sólo 24 kilos.

La sociedad está enferma. Los jóvenes exigen mujeres delgadas. Las demás cualidades salen sobrando. Estas enfermedades se dan mayormente entre los 13 y los 28 años, cuando el cuerpo y la mente están sufriendo muchos cambios. Sandra sabe que deberá estar delgada para agradarle a todos. Aleja ese reluciente plato de su lado y se levanta de la mesa. Las enfermeras le recuerdan que no podrá salir hasta que pruebe que puede tener una actitud saludable hacia la comida. ¿Actitud saludable? ¿Qué no se supone que hoy en día ser saludable es comer puras Special K y cenar All Bran únicamente? ¿Qué no se supone que los que no están afiliados a un gimnasio y comen sólo atún y verduras no entran dentro del estereotipo de gente aceptada? Tanta incongruencia y discursos encontrados dan asco. Sí, tal vez un asco parecido a los olores de los alimentos cuando uno sólo piensa en no comer. Después, vendrán los regaños de los psicólogos y las amenazas de los doctores de acusarla con sus papás por no querer comer. Son ya demasiadas voces y órdenes. “¿Qué más da? A ellos nunca les ha importado un carajo”, grita Sandra y vuelve a su cuarto. Mira un poco la tele y el techo. Ahora duerme. Mañana, definitivamente, será otro día de fracasos.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Quemarse un poquito a veces no duele

Los padres de familia ya no están de acuerdo. Ya no a las pláticas de drogadicción en las escuelas primarias y secundarias. Vendémosles los ojos a los jóvenes para que no puedan ver el trayecto de caída, pero cuando se estrellen ése ya no será nuestro problema. Muchas personas que se han recuperado de su adicción asisten a colegios y platican su experiencia. ¡Cómo es posible que alguien que salió bien librado venga y le cuente a mi hijo qué se siente! Los adultos desean que un vagabundo o un afectado del cerebro platique a medias lo que se vive bajo la influencia de narcóticos. Tal vez desean cimbrar miedo en los muchachos para que así pierdan cualquier tipo de tentación. Ése es el peor error de todos.

La educación fundamentada en el recelo es peligrosa. Al parecer, todo lo que nos han enseñado a lo largo de la pubertad es que las drogas son del diablo. Y un día un joven se da cuenta de que por meter el dedo del pie al infierno no se quema. Al principio y hasta que se descubren dependientes, estas sustancias ofrecen sensaciones espeluznantemente fantásticas. Quién querría dejar el mundo de la heroína donde todo es como uno lo desea; dejar un mar azul para pasar a una rica cena sólo acompañado de la gente que uno ama y justo con lo que a uno se le antoja. Entonces, las drogas no eran tan malas como todos decían.

Hablar de perfiles propensos a caer en estos vicios es muy incierto. Cualquier individuo, aunque parezca no tener problemas o situaciones que lo orillen, puede ser presa de adicción a estupefacientes. Aquí el punto toral no sería saber quién es o no es, sino qué hacer cuando se le descubre. La sociedad es experta en lavarse las manos y la familia no es la excepción. Una vez que encuentran a la joven con una dosis de cocaína la internan en una clínica para adictos sin preguntarse jamás si ésa era la primera vez o si ella desea limpiarse. En principio, cualquiera diría que es imprescindible obligar con el fin de “curar” el mal a tiempo. Otro error. No será sólo hasta que el afectado lo decida que podrá empezar su proceso de sanación.

Ya son demasiados lo que se toman a los centros de rehabilitación como clubes sociales en donde se puede tomar el sol, hablar de uno mismo y hacer absolutamente nada. Luego, salen, fingen y pasan uno o dos meses sin ingerir drogas fuertes. No obstante, continúan frecuentando al mismo grupo de amigos, bebiendo alcohol y fumando cigarrillos. Después, todos estos narcóticos socialmente aceptados juegan con las mentes y hacen que la reincisión sea más sencilla. Lo que muchos desconocen es que detrás de las paredes blancas, de las canciones de integración y de las pláticas de autosuperación se esconde una verdad más turbia.

La técnica de estas clínicas es intercambiar la adicción a las drogas por la dependencia a cualquier otra sustancia. La idea no es rehabilitar a los internos sino hacerlos dependientes a otro narcótico, pero que esta vez sea mucho más aceptada socialmente. Para aquellos que no están siguiendo ese jueguito están el electroshock y las altas dosis de pastillas que anestesian la mente. A quitar a los revoltosos del camino. Después de los varios meses, esas familias adineradas que sí tuvieron los recursos para deshacerse del bicho reciben un perturbado ser humano que será incapaz de readaptarse a la sociedad.

Pero dentro de todo este cuento de terror existe un factor cómico. Las clínicas albergan a los llamados dealers para que entretengan a los “huéspedes”. Muchas de ellas se justifican diciendo que estos vendedores ingresan con el discurso de necesitar ayuda médica. Lo risible son las grandes cantidades de narcóticos que pasan por las puertas de revisión sin que nadie note nada. Y los internos se la pasan maravilloso; buenas drogas, precios muy baratos y toda la libertad al no tener a sus molestas familias encima de ellos todo el tiempo. Y el panorama es desolador: un joven que no se reconoce drogadicto, internado a la fuerza, es parte de una mafia que involucra a los mismos médicos que prometen curarlo de su mal.

El adicto se sabe de su condición sólo cuando se da cuenta que no puede dejar las drogas, o sea, el día (o las pocas horas) que deja de consumir. Entonces, debe abandonar ese círculo de amistades que no hacen nada más que lo que él hace. Llega el momento más difícil, reconocer que ya no le resta ningún allegado que no consuma estupefacientes. Su familia y sus verdaderos amigos se ha alejado, o más bien él se ha alejado de ellos. Es hora de abandonar esa burbuja oscura para quedar a la deriva. Nadie les tiene confianza ni los acepta. Sus intentos por acercarse a gente “limpia” conllevan mucho peligro. La psicología de los dependientes a las drogas es compleja; al ver que no es fácil salir se les hace mucho más sencillo jalar hacia la adicción a aquél que usaban de asidero para reformarse. Esta cadena puede crecer hasta que la comunicación la detiene.

Se debe de eliminar esa venda y permitir que los jóvenes sepan que, al principio, las drogas pueden crear un mundo que se puede derretir o que puede cambiar de color al antojo de uno. Los estupefacientes no son eso que todos hacen creer. Prueba de esto son aquellos que los consumen con frecuencia. Los padres de familia y las escuelas seguirán errando hasta que dejen su discurso moralista y coloquen los pies sobre la tierra. Lo relevante no es crear miedo sino explicar lo que significa tocar fondo, y qué mejor que lo haga alguien que ya ha estado ahí. Es necesario abogar por la comunicación y el diálogo. Si los jóvenes tienen inquietudes deben sentirse libres de preguntar con el fin de que no busquen las respuestas en lugares equivocados.

jueves, 29 de octubre de 2009

Como patadas de ahogado

El ex presidente Vicente Fox tuvo propuestas para entregar la energía eléctrica a la industria privada. Su secretario de Energía, Felipe Calderón Hinojosa (conocido el nombre) siempre impulsó esta idea. Hasta ahora, el PAN tiene en la mira un sistema neoliberal que, en la práctica, ha probado no ser funcional para México.

Adoptar un sistema que opera con países desarrollados no siempre es garantía para uno en vías de desarrollo. Esto no inicia con el PAN; Carlos Salinas de Gortari “impulsó” a México hacia la modernidad, introduciendo el sistema neoliberal. Ahora, vivimos una doctrina McCarthy: todo lo que huela a socialismo asusta. La población está convencida por la idea de que gobierno intervencionista es igual a Estalinismo. Hoy por hoy, está permitido que una paraestatal sea entregada a manos privadas. Constitucionalmente, estas compañías deberían ser manejadas por el gobierno para ayudar a éste a cubrir las necesidades civiles, ergo, permitir la gobernabilidad.

Globalizar al país no es una mala idea. Pero para hacerlo es necesario crear empleos y reforzar la economía. Además, se debe de crear una verdadera competitividad entre las empresas, evitar los monopolios y apoyar a los sectores privados y públicos. Si se desean políticas neoliberales primero hay que sentar las bases para sustentarlas. Al gobierno mexicano le ha fallado este sistema porque no se ha preocupado por cimentar correctamente. El peso de la globalización ha vencido al país. En vez de fortalecer paraestatales se permiten debilitarlas hasta que es “justificable” su privatización. He ahí a Salinas, a su tocayo Slim y al destino de Teléfonos de México.

Desde 1939, o lo que es lo mismo, desde Gómez Morín los sindicalismos son enemigos del PAN. Una vez que este partido asumió la presidencia ha tenido que lidiar con muchos sindicatos. A veces, los desaparece. Las eternas tragicomedias que han protagonizado el gobierno y Elba Esther Gordillo son conocidas. Ya son cómplices. Pero aún existen organizaciones laborales “incómodas” en la mira. Esta vez fue el turno de Luz y Fuerza del Centro. El sexenio calderonista ha estado lleno de derrotas. Su campaña de descrédito hacia Andrés Manuel López Obrador se le ha revertido. Al presidente le cayó el peso de la crisis, ésa que tanto le atribuía a López Obrador si éste llegara a la silla. Su pobre intento de legitimarse inventando una lucha contra el narcotráfico ahora pasa a noveno lugar de su agenda política. La poca fuerza que le restaba la empleó para desmantelar a los revoltosos.

Conviven discursos antagónicos sin generar el menor ruido. Pesan sobre el Presidente del Empleo más de cuarenta mil liquidados. La Carta Magna dicta que ante las empresas públicas tenga atribución exclusiva el Estado. De forma anticonstitucional, aunque Javier Lozano sostenga lo contrario, se omiten reformas y se crean leyes cuyo único fin es la eminente privatización de las empresas públicas. Para disminuir el peso político que una acción como la desaparición de Luz y Fuerza del Centro implica, se usan razones como números rojos, privilegios sindicales y deudores o gravosos.

Se sataniza al sindicato electricista. Pero en los medios nadie menciona que, en cuestión de paraestatales, la arbitrariedad no es permitida. En la Constitución se aclaran condiciones técnicas, laborales y gerenciales sobre las mismas. La sociedad escucha a la omnipotente Televisa (que gracias a todo este contexto ha adquirido más poder sobre las telecomunicaciones), quien, ahora más que nunca, no revelará datos contra el gobierno. No existe poder de diálogo ni una verdadera opinión pública que desenmascare tanto maquiavelismo.

jueves, 22 de octubre de 2009

¡Puras inconsistencias!

Que siempre no, dicen en San Lázaro los diputados del PRI. Ya no al 16% de IVA, 30% de ISR y 3% a las telecomunicaciones. Diputados del PAN aseveran que la miscelánea fiscal es insuficiente. Curioso, la Ley de Ingresos de la Federación del 2010 fue aprobada por 415 votos a favor, 24 en contra y 10 abstenciones. Ahora, estos dos partidos dicen no estar satisfechos con esas propuestas. ¿Quién los entiende? Y es que en un país con tantos millones de pobres y miles de desempleados, ¿quién podrá pagar estos impuestos?. Claro, los trabajadores cautivos a quienes se les resta de su salario un porcentaje alto de gravamen. Ellos no se salvan. Gloriosos aquellos que facturan hasta las pantuflas y no pagan gabelas. Y ahora, el país ha perdido más de cuarenta mil personas que mantenían a los morosos, a lo ricos con excelentes contadores, y a los demasiado pobres que no pueden pagar.

Esos cuarenta y tantos mil se las están viendo negras. Ahora resulta que en julio venció el artículo que ampliaba a seis meses el préstamo de beneficios a quienes perdieron su empleo. Éste no se prorrogó. Bien, los electricistas cuentan con ocho semanas para enfermarse y acudir al IMSS, después de ese tiempo tendrán que decidir entre comer o ir al médico. Hay poca movilización de los trabajadores, o tal vez no la que se esperaba. Aquellos que se han unido al sindicato se han manifestado pacíficamente. Aunque han aterrorizado a algunos, ¡pobre López Dóriga! Tuvo que suspender su transmisión de radio por miedo a que estos violentos y brutales hombres tomaran la estación e hicieran “mal uso de sus micrófonos”. Ése es el hombre que aboga por la no censura y cada noche invita a su auditorio a comunicarse con él.

Son muchos los que tienen ideas de cambio pero pocos los que se organizan. Hoy por hoy es el PRI, o Salinas, o quién sea, el que se alza como una nueva izquierda pro acciones sociales. ¡Háganme el favor! Hablando de sociedad, Clinton y Ebrad almorzaron y llegaron a la brillante conclusión de que es urgente enfrentar los temas relacionados al medio ambiente. Mientras tanto, con siete horas de adelanto, manifestantes fueron agredidos por la policía británica al querer impedir que el xenófobo nazista, Nick Griffin, asistiera a la BBC. Parece que el espacio mediático está abierto para tipos que niegan el holocausto, pero censurado para temas de real envergadura social.

La temperatura del país se calienta. Entre que parece que no habrá repartición de bienes para los ex trabajadores de Luz y Fuerza y la fuerte amenaza de influenza que “afectará a 250 mil mexicanos”, uno ya no sabe a quién culpar. Tal vez al final seamos nosotros mismos y nuestra falta de carácter y decisión. Parece que hemos olvidado ponernos en los zapatos de otros. Adoptar la postura de comodidad es fácil, pero para como están las cosas es una salvajada. Ahora, Televisa no dirá ni pío en contra del Senado (ni de los impuestos, ni de Luz y Fuerza, ni de nada) pues ya le tocó su rebanada de pastel a pagos diferidos y sin intereses. Mil novecientos millones de pesos y mayor uso de espectro radioeléctrico. Parece que ahora Televisa también controlará parte de la telefonía de este país, más poder para el monstruo. Si como la de muchos millones de mexicanos, nuestra opinión pública la fabrica López Dóriga, Carlos Loret y Galilea Montijo, me atrevo a pronosticar que seguiremos jodidos.

domingo, 18 de octubre de 2009

Tiroteos

El fin de semana se ha vivido como un frente de batalla. Para los recién despedidos trabajadores de Luz y Fuerza del Centro escuchar tantas declaraciones contradictorias no ha sido nada sencillo. Por un lado tienen a dos títeres de presidencia prometiendo ventajas si aceptan la liquidación, y por otro, el Frente de Juristas que les prometen justicia siempre y cuando no acepten ese cheque.

En una rueda de prensa, Javier Lozano, secretario de trabajo (uno de los títeres), aseveró que "sería injusto atribuirles a ellos (trabajadores) la ineficiencia que llevó a la toma de decisiones". Sí, eso suena muy congruente y hasta paternalista, pero es un insulto si quiera mencionarlo cuando ha sido el propio gobierno quien ha dejado que esa paraestatal se pudra. Para aquellos no muy familiarizados con el tema de la electricidad, desde hace cuarenta años que se fundó lo que se conocía como Luz y Fuerza del Centro no se habían instalado nuevos equipos. Entonces, se abastecían 5 estados de la república, entre ellos una de las ciudades más pobladas del mundo, con maquinaria deficiente. En su decreto oficial Calderón enunció que esta empresa no era “eficiente ni confiable”. ¡Qué comentario tan pertinente! Con maquinaria de la época de lo sesentas (si las matemáticas no fallan), ¿cómo pretendía el gobierno que esta empresa diera abasto a la demanda de forma “eficiente”? Ni hablar de lo confiable cuando ahora se tienen ejemplos prácticos, y por qué no decirlo, cómicos. Los recién contratados y “perfectamente” entrenados reemplazos de los trabajadores electricistas, entran a las instalaciones de Luz y Fuerza y provocan más accidentes y apagones. Los ex empleados estaban acostumbrados a lidiar con las descomposiciones y problemas que acarrea equipo tan antiguo. Estos hombres tan entrenados (tanto conocimiento en maquinaria nueva no sirvió de nada) no dan crédito de las condiciones en las que trabajaban en Luz y Fuerza. No, no es posible responsabilizar al personal de tener que laborar en condiciones decadentes e inseguras sólo por que los gobiernos decidieron, paulatinamente, dejar morir esta paraestatal.

Si se hace memoria, el presidente comunicó a la ciudadanía que ofrecería ayuda económica a los trabajadores desempleados para que emprendieran sus pequeñas empresas que proveyeran servicios de energía eléctrica. Cuando los secretarios de Economía y de Trabajo, Gerardo Ruiz (aquí está el otro títere) y Javier Lozano especificaron las condiciones de esos “apoyos”, toda esa parafernalia filantrópica de Presidencia se vino abajo. En principio, el trabajador debe aceptar su liquidación, lo cual equivale a renunciar a cualquier acción legal de defensa, para recibir una beca de 5 mil 382 pesos mensuales hasta por tres meses, con la bondadosísima oferta de poderla extender hasta dos meses más si son contratados a través del Servicio Nacional de Empleo (¡qué gobierno tan generoso!). Con este dinero, el liquidado podrá capacitarse en computación, inglés, mecánica, electricidad, etc. Durante esos tres meses, ese hombre no podrá buscar trabajo y, tal vez el gobierno no esté muy bien enterados del monto de inflación y los precios en este país, pero ese dinero no será suficiente para garantizar tres meses de supervivencia y los próximos tantos meses que este sujeto se tardará en encontrar un trabajo. Además, los pinochos ya despejaron a todos de dudas: el hecho de aceptar esta beca no garantiza la reinserción a Comisión Federal de Electricidad. Esta misma empresa ya llegó a un acuerdo con el ejecutivo para emplear algo así como ocho mil trabajadores, la pregunta es, ¿y los otros 36 000? Ahora bien, el gobierno, tan considerado como siempre, ha advertido que esas pequeñas empresas prestadoras de servicios eléctricos pueden verse afectadas por las negativas de CFE a contratarlas. Para contrarrestar lo anterior, también se darán cursos de creación de nuevas micro empresas, para lo cual presidencia pondrá a la venta concesiones o franquicias que van de entre los cien mil y el millón de pesos. Si un trabajador no sabe con qué dinero dará de comer a su familia, no pretenderán que invierta esa cantidad en época de crisis. Los dos secretarios/voceros aconsejaron a la gente que se junte, haga su cochinito, e invierta en changarros propuestos por el gobierno. ¡Semejante estupidez ante una situación económica tan crítica como la del país! Pero eso sí, ya comunicaron que pedirán una partida adicional a Hacienda por mínimo 500 millones más para sostener las becas. Ante lo anterior cabría agregar que sólo 2, 527 trabajadores han aceptado la liquidación, ¿por qué no mejor esperarse a ver en realidad cuánto dinero necesitarán para los apoyos? O tal vez la verdadera pregunta debería ser, ¿en bolsillos de quiénes planean que terminarán esos 500 millones?

El Frente Amplio de Abogados y Juristas en Defensa de la Energía Eléctrica ha salido en defensa de los despedidos. Son más de 25 disposiciones constitucionales las violadas por la presidencia, asegura. La Ley Federal de Trabajo y en sí la Ley Mexicana siempre ha sido benevolente con los trabajadores, pero, ¿qué hacer cuando el propio gobierno ha declarado que la decisión fue “tomada con base en la legalidad”? El muppet Lozano amenazó a aquellos que deseen ampararse e interponer controversias institucionales que los tribunales no permitirán que sus demandas procedan, aunque usen a excelentes abogados. ¿Qué sigue? Se deberá acudir a la cámara de diputados para que ellos aprueben la inconstitucionalidad de la medida. Después, el caso se llevará a la Suprema Corte de Justicia (sí, la que resuelve casos meses después de sucedidos) y ésta decidirá. Pero, se necesita el voto de 165 diputados para que la SCJ revise la demanda. Es triste, pero el porvenir de más de cuarenta mil trabajadores quedará enterrado en papeles.

Sí, Luz y Fuerza del Centro trabajaba con números rojos desde hace varios años. Bien, el gobierno ha argumentado que esta empresa necesitaba más inversión que la UNAM y que era insostenible. Todo ha quedado en manos de CFE pero ésta también requiere inversión para tener la capacidad de generar energía para la región central del país. El presupuesto para el 2010 está siendo verificado por los diputados, sólo esperemos que destinen capital para nueva maquinaria y para creación de empleos, cosa que necesita este país. Varias de las promesas de campaña de Felipe siguen en promesas. Al parecer, Calderón es muchas cosas (entre las pocas), pero el presidente del empleo no.

viernes, 16 de octubre de 2009

El nuevo escritor de libros de historia

Reimaginemos. La historia la escribe quien la gana, quien la pierde, y quien quiere. Quentin Tarantino ha tomado uno de los temas más utilizados, banalizados y detrozados de todos los tiempos, la Segunda Guerra Mundial, y la ha reimaginado a su antojo. Hubiera sido un sueño para el ejército Aliado tener a Goebbels, Goerring y Hitler bajo un mismo techo, bajo un mismo blanco. Sólo el séptimo arte lo ha logrado. Ése es uno de los grandes aciertos de Bastaros sin Gloria, darle vida y, ¿por qué no decirlo?, un papel protagónico al cine. Éste se muestra como un elemento fundamental que permite la destrucción del Tercer Reich.

Un filme, casi en su totalidad, realizado en Berlín, salvo algunas escenas parisinas, prometía una fidelidad al tratamiento y temática yankee. ¡Nos han sorprendido! Si bien es cierto que Hollywood ha tenido varios tinos, muchos de ellos basados en las excelentes direcciones o guiones, también lo es que su fórmula ya está sobreexplotada. Tarantino ofrece frescura, y sí, tal vez no pudo romper totalmente ese marco hollywoodense pero ha logrado armar un nuevo concepto entre American Pop y estética europea. Sí, suena complicado y un tanto excéntrico (no sé si la línea anterior o el concepto en sí); o sea, Bastardos sin Gloria no es una película comercial pero resultó ser un gran producto mercadotécnico y mediático. Nosotros en México estamos muy acostumbrados a leer subtítulos de voces que hablan cualquier idioma, pero los gringos no. Tarantino los obliga a leer títulos en casi todo el desarrollo del filme ya que se habla alemán, francés y un poco de inglés e italiano. Lo anterior, junto con la selección de música ecléctica, tantos actores poco conocidos, y el manejo de la historia, pudo haber desmotivado al auditorio. ¿Qué hacer (se pudieron preguntar los encargados de la publicidad)? La clave fue usar una cara como la de Brad Pitt y, en los trailers, prometer una historia violenta y sangrienta. ¿Quién se resistiría a ese bombón vestido de soldado que ahora mata violentamente nazis?

Honor a quien honor merece; el Coronel Landa (Christoph Waltz) es el villano perfecto para esta trama. La actuación de Waltz es precisa y dominante. Pensemos en la forma en que este antihéroe (héroe para algunos) cambia a su antojo el idioma, obligando a sus interlocutores a hacer lo mismo. Aquella mortificante escena en la cabaña francesa donde el “cazador de judíos” rodea a su presa lentamente, cambiando del francés al inglés, del inglés al alemán deja en claro el sadismo de Landa. La tensión que crea saber que debajo del suelo hay judíos escondidos, mientras el nazi se toma parsimoniosamente un vaso de leche sólo se podría crear con el contraste de tomas largas y un tanto estáticas (y por supuesto, la excelente selección de música).

Cada escena está muy bien cuidada (luce muy bonita) y los encuadres son adecuados para lo que se pretende comunicar. A pesar de que la maestría cinematográfica se hace presente durante todo el filme, una escena resalta de las demás: Shosanna espera triunfante su venganza en un ático medio iluminado por un ocaso parisino atestado de suásticas. La delicadeza de la imagen permite que todo ese tiempo en que ella piensa, se maquilla y observa la calle, parezca un momento de paz. En realidad, todo el odio y el rencor están siendo removidos en las entrañas de Shosanna. Ella sale de su habitación y se dirige a la sala principal donde se lleva a cabo la premier del “master piece” de Goebbels. La cámara la sigue con paciencia y movimientos suaves, un momento de estética pura.

Son, además de todos los elementos antes mencionados, los diálogos inteligentes y graciosos los que provocan que las adolescentes de mi derecha que no paraban de ver videos en Youtube en su Ipod se adentren y se maravillen con la película. Muchos de los que estábamos atentos esperábamos ver demasiadas escenas de violencia bastardiana (muy al estilo Kill Bill). No puedo decir que Tarantino nos decepcionó, incluso lo miro como un acierto no haber dedicado tanto rollo a las hazañas escatológicas del Teniente Raine y sus bastardos. Aunque no podría decir lo mismo de la espectacular escena de la Taberna donde se le da a la historia un giro de tuerca. El diálogo delicioso que se crea entre los Bastardos y el general Nazi, el repentino cambio de idiomas, el ambiente poco iluminado y los constantes ruidos de borrachos y copas moviéndose, provoca expectativa y molestia. Nosotros sabemos que los judío-americanos han entrado a una trampa y que el Nazi intuye que ellos no son alemanes (eso les pasa a los gringos por no tener facilidad para los idiomas). Y de pronto, la semiótica juega un papel primordial: tres dedos son suficientes para iniciar una guerra (tanta diferencia cultural; los europeos comienzan a contar con el dedo pulgar, nosotros con el dedo índice). Esos minutos en que todos se apuntan con las pistolas por debajo de la mesa y sostienen una conversación interesante (de nuevo, tomas largas) remata con un clímax turbulento lleno de disparos (y lleno de cortes).

Gran parte del público vivió una catarsis al ver a los nazis ardiendo. Una parte de la sala se rió al ver la cabeza de Hitler totalmente desfigurada por los disparos (una exageración para mi paladar). Lo que se debe resaltar es la caricaturización del führer. Un niño berrinchudo, poco inteligente (Hitler y su megalomanía jamás pensarían en asistir a una película para glorificar a un pobre soldadillo hijo de nadie) y pequeño, cambia la perspectiva que todos teníamos de Adolfo. Por fin, alguien nos ha permitido ver a Hitler en su faceta de humano y no de súper dictador y emperador del Tercer Imperio (gracias Quentin). Y sí, la historia ha sido reescrita. No dudo que algunas personas se habrán indignado por la forma en que se acaba la Segunda Guerra Mundial dentro de un cine. Alguno habrá pensado exagerada la facilidad con la que acabaron con Hitler, cuando en la realidad el hombre se salvaba de explosiones por quedar detrás de las patas de una mesa de madera. Sí, es exagerado, pero ese recurso hacer inolvidable este filme. La historia, dicen, la escribe quien venció. El mundo sería otro si los que tuvieran la pluma fueran excéntricos como Tarantino. ¿Por qué no? Dejen que Tarantino escriba los próximos libros de historia.