Timeless

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Portrait du Mademoiselle Chanel de Marie Laurencin

lunes, 23 de noviembre de 2009

desde una silla firme aunque incómoda

“Yo jamás me vendería”. Sí claro, es muy sencillo juzgarte enteramente ético pero cuando las circunstancias se presentan, tu inquebrantable condición puede flaquear. Hay ciertos días en los que me es difícil creer que no todos tienen precio. El periodista responde primero a la empresa que le pone el pan en la boca, luego a los intereses del gobierno, después a sus necesidades y por último al primero, a la ciudadanía. Estoy segura que conoce sus jerarquías pero ha de ser muy difícil seguirlas al pie de la letra. Me veo. Estoy sentada en un restaurante de primer nivel (con el salario que seguramente gano llevo puesto algo vergonzosamente modesto) en una silla incómoda y con un tipo hablándome de mi futuro. Ese obeso hombre heredó un puesto que su incompetencia jamás le habría permitido, pero en fin, bendito nepotismo. Me ofrece dinero y viajes a cambio de silencio, si me niego él me silencia. Vaya, tal vez la decisión no era tan sencilla como pensé.

¿Qué hacer ahora que la vida está en peligro? (tal vez estoy yendo muy lejos, algunas veces lo que se sacrifica es un puesto o una amistad). Aquella moral ha perdido cimientos. Sé que podré decirme que no es traicionarme a mí misma puesto que estoy bajo amenaza. Y esa grandeza de espíritu es llevada a nada cuando me llegan imágenes de verdaderos hombres de resistencia. Ésos que no los detiene ni el titán más fuerte. Me da tristeza pensar que Cervantes jamás habría escrito absolutamente nada de mí y unos gigantes (en verdad siempre han sido y serán unos viles molinos, pero hace falta valor y entrega para reconocerlos). Miro ese refinado establecimiento. Yo no soy de esos olores ni de esos ambientes. Uno se puede entregar a una causa sin necesidad de venderse a ningún postor. Ese estandarte ha de ser justo y buscar el bien de la mayoría, el bien social incluso si para ello hay que taladrar con sueños el más fuerte de los muros.

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